Lejos,
la pampa indefinida y galopante,
los ojos de mi padre.
Más lejos,
los brazos de mi amante,
igual de esquivo que los turbios campos.
Y aquí la soledad.
Callada,
sin estridencias.
El rostro indolente se trastoca,
áspera la garganta.
Hiel en las palabras,
pocas palabras,
que caen de la boca.
Daniela Della Bruna, Caleidoscopio, 2014
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