jueves, 16 de marzo de 2017

1964, Jorge Luis Borges

I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy solo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Solo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges
El otro, el mismo - 1964



martes, 28 de febrero de 2017

Crimen y castigo, un fragmento

"Y además, ¿qué representaban todos los sufrimientos del pasado? En aquel momento, todo, si, todo, hasta su crimen, hasta su condena y su deportación a Siberia, le parecía en su exaltación como un hecho extrínseco, extraño, que hubiera ocurrido a otro y no a él. Por otra parte, aquella noche se sentía incapaz de reflexionar largamente y con continuidad, de concentrar su pensamiento sobre un punto cualquiera, y no habría podido resolver cuestión alguna con conocimiento de causa; solo experimentaba sensaciones. La vida reemplazaba a la dialéctica, y algo por entero distinto se elaboraba en el fondo de su conciencia. Bajo su almohada tenía un Evangelio que le había facilitado Sonia. Era el mismo ejemplar  en que ella había leído el pasaje de la resurrección de Lázaro. En los comienzos de su cautiverio creyó que la joven lo atormentaría con su religión, que no cesaría de referirse a las citas de aquel libro, aburriéndole con sus incesantes pláticas acerca del mismo. Mas, con gran asombro, ni una sola vez habló en ese sentido ni le ofreció el volumen. Él mismo se lo pidió poco después de su enfermedad, y ella se lo trajo sin decir palabra. Hasta entonces no lo había abierto. Tampoco lo hizo en ese momento, pero un pensamiento pasó como un relámpago por su imaginación: "¿Acaso mis propias convicciones pueden ser hoy otras que las suyas? Por lo menos sus sentimientos, sus aspiraciones..."
También ella estuvo muy agitada ese día, y por la noche sufrió una recaída de su enfermedad. Pero se sentía tan dichosa que su felicidad casi la asustaba. ¡Siete años nada más que siete años! En ciertos momentos, dominados por la sensación de su primera felicidad, uno y otro no estuvieron lejos de considerar aquellos siete años como otros tantos días. Raskolnikov ignoraba que no obtendría sin dificultades aquella nueva vida, que debía pagarla muy cara, adquirirla al precio de largos y cruentos esfuerzos...
Pero comienza aquí una nueva historia. La historia de la lenta renovación de un hombre, de su regeneración progresiva, de su paso gradual de una vida a otra, de su ascensión a una nueva realidad desconocida para él. Esto puede ser el tema de un nuevo relato; el que hemos querido ofrecer al lector, ha terminado."

Fiodor M. Dostoievsky
Crimen y Castigo

sábado, 18 de febrero de 2017

Herencia

Mi padre tiene un huerto
y un jardín de flores
en medio de la inmensa pampa.

Alrededor yerma llanura
hasta el extremo
cultivada.

Arriba
un ruido cegador
el monte que se apaga.

Al sur
se abre la tierra
deshilachada.

Gas,
petróleo,
oro,
soja.

Mi perra corre plena
por un arroyo en la montaña.

Mi abuelo ponía un poncho
en el alambre
para saltar la trampa
de la estancia.

Hambre,
celular,
el diario de mañana.
Mi padre sabe lo que es
esperar un mes
por una carta.

Celulitis,
botox,
menstruación azul
en la brutal propaganda.

La abuela bordaba a mano
vestidos de novia,
trajes de comunión,
y enseñaba a coser
a las recién casadas.

Trabajo,
juventud artificial,
cóctel de cremas,
pastillas varias.

Teje, teje, teje,
mi madre en los recuerdos
de mi infancia.
Amasa el pan,
revuelve el dulce
y canta.

Macrobiótico
vegano
semilla con patente
pollo de granja.

Siembra, siembra, siembra
mi padre ronda la tierra,
parece que le habla.

Se enmudece la boca
con la fruta caliente,
raspa la cáscara,
irrita el higo
en la garganta.

A veces regreso al campo
y me lleno la boca
con el agua clara.

Mi padre tiene un huerto
y un jardín de flores
en medio de la inmensa pampa.

En el desmonte, verde olivia editora
Texto Daniela Della Bruna