No llovió la lluvia que habían anunciado,
no llovió la lluvia,
no llovió.
Lloraron, en cambio, de frío,
todos los perros del baldío,
desde la calle el viento
me trajo su agudo grito.
Se conformó, otra vez, un hombre,
se conformó con eso,
con eso que supo poco,
con eso que parecía más que nada.
Mintió, otra vez, un hombre,
mintió, humilló y se convenció,
se convenció vanamente
de una razón asesina.
Se acobardó, otra vez, un hombre,
agachó, sin pensar, la cabeza,
obedeció al amo,
abrió la llaga de un hermano.
Ganó, otra vez, un hombre.
Aplastó a otro,
se quedó tranquilo,
se salvó sin dudarlo.
Me avergonzó, otra vez, un hombre.
Un hombre, un hombre como yo,
un hombre que siente, llora,
un hombre que conozco.
Pero no perdono a ese hombre,
no hay tiempo para tibiezas,
sólo podemos inflamarnos
como ardientes mariposas.
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