lunes, 9 de noviembre de 2015

El gato que venía del cielo, Takashi Hiraide (fragmento)

“Al margen de las luces de nuestra casa y de la lámpara de la entrada de la casa principal, que se quedaba toda la noche encendida para desanimar a posibles ladrones, el reflejo de la luna apenas alcanzaba a dibujar los contornos. En la penumbra de la casa, la diminuta pelota blanca rebotaba con golpes secos y el pequeño ser vivo que la perseguía, bañado por el claro lechoso, se metamorfoseaba en una perla nacarada.
El día despuntaba y Chibi continuaba con sus juegos en el jardín, la espalda salpicada de pétalos de flores de ciruelo, en persecución de un tábano, olisqueando un lagarto. Aquel lugar representaba para él la vida y el caos.
La repentina escalada de un árbol se producía con el mismo fulgor que el estallido de un rayo. Normalmente los rayos describen un zigzag en el cielo en sentido descendente, pero en este caso sucedía lo contrario. Impulsado por una descarga eléctrica de origen desconocido, Chibi se abalanzaba hasta una copa de un árbol de caqui y en su cuaderno mi mujer anotaba: “como la punta de un relámpago”, para añadir un poco más adelante: “como si quisiera provocar que se desate el trueno”. Sí, tenía razón, esa era exactamente la impresión que producía.
(…)

En lo alto de la copa del caqui, la silueta del gato dispuesto a afrontar el instante decisivo que venía después, con todos sus nervios alerta ante el mínimo rolar del viento, era la viva imagen de quien, entre el cielo y la tierra, se dispone a abalanzarse sobre un hueco imaginario.” (2001)

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