martes, 6 de octubre de 2015
Aira, la tentación de creer
César Aira, Varamo, 1999 (publicado en 2002)
“Con la respiración normalizada en pocos instantes, y el ruido del pez apenas audible desde los repliegues de la casa, entre el susurro de las hojas y el piar de los pájaros, Varamo inclinó la cabeza mirándose la punto de los zapatos negros, suspiró y recogió su energía para la prueba de convicción que se aproximaba. ¿Cómo se las habían arreglado los hombres que lo habían precedido? Una madre era una criatura que tenía muchas capas de vida superpuestas, el antes y el después no sólo del parto sino de todos los estadios de la existencia, y seguían vigentes en ella. Todo lo que dijera tendría que multiplicarse por la cantidad de capas de representación existencial, y nunca podría estar seguro de acertarle a la profundidad en que cada argumento podía hacer efecto. Por su parte, ella se había adelantado y ya estaba hablando, precipitadamente, incomprensible pero con esa seguridad que le daba saber que su hijo tenía una sola capa de recepción, la visible. La de ese hombre flaco con traje y sombrero negros recortado de las tinieblas del universo y pegado con el exuberante paisaje crepuscular de Panamá. La convivencia para un soltero estaba llena de trampas.”
“Su posición era peculiar, y especialmente incómoda. Como cualquier otro improvisador, podía hacer cualquier cosa, realmente cualquiera, pero a diferencia de cualquier otro él había tenido un punto de partida, bajo la forma de una intención secreta: cambiar esos billetes malos por otros buenos. Su intención no era improvisar: al revés, improvisar era lo que debía hacer para realizar su intención. Aun así, también tenía que tener la intención de improvisar, porque todo lo que se hace, aun lo accesorio, se hace con una intención. Pero el secreto de su intención anterior contaminaba necesariamente a esta, y entonces debía ocultar que improvisaba, cosa que, dada la falta de tiempo, equivalía a improvisar que ocultaba. ¡Qué difícil! ¡Cómo si improvisar no fuera difícil de por sí! Sacar algo de la nada, inmediatamente después de haber sacado algo distinto de la misma nada populosa y abigarrada… Y todo distinto, para poder seguir adelante. ¿Realmente había tantas cosas distintas en el universo como para llenar con ellas la totalidad de un tiempo infinitamente dividido?”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario