En la furia de una tormenta antojadiza pasé una noche sin sueño,
en un lugar ya sin cadenas, ni sogas, ni pesares venideros,
como ese verano aventurero que me permitió enterrar
un final que pude paladear como festejo.
Festejé tantos finales rozagantes, tantas historias
que sucumbieron prestas en el latir del tiempo,
siempre para zambullirme en olas nuevas,
de viejos mares, en olas repetidas de antiguos ruegos.
Es la huida intempestuosa de mi sangre
la que grita como el río
que ha vaciado una y otra vez sus aguas,
y sin embargo sigue nombrado como el mismo río.
Como soy nombrada con el mismo nombre,
a pesar de ser vasija de otros torrentes del destino,
a pesar de ser otra y la misma,
muralla con memoria, habitada por otros inquilinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario