Hola amigos, hoy les dejo el último poema de los que salieron en la Antología Escritura sin frontera 2010, de la Editorial Raíz Alternativa. Espero que pronto puedan salir junto con el poemario que integran, mientras tanto espero que las hayan disfrutado...
Exilio
El tiempo pasa, absoluto.
Pasan los días, los soles, los climas,
cambian las lunas, para volver a cambiar, y ser las mismas.
Pasan los niños, los jóvenes, pasan y luego son hombres.
Pasan las navidades, los cumpleaños,
los temores, los casamientos.
Pasan los amores, las ilusiones,
las revoluciones triunfan, y fracasan,
y se caen, y se levantan.
Vencen los injustos, y luego son vencidos,
ganan los buenos, para perder de nuevo,
y pensamos que un átomo es un átomo,
para saber después que son partículas,
y las partículas, hechas de otras partículas.
Pasan los vientos, y los huracanes,
las auroras y los atardeceres...
Pero sigue siendo jueves, sigue siendo martes,
sigue siendo viernes, para ese olvidado,
para ese que ese día ha dejado de moverse
con el movimiento perpetuo,
para ese que mira, desde la orilla,
cómo es eterno y circular
el devenir de las cosas,
mientras él, que no ha satisfecho su orgullo,
que sabe que morirá sin novedades,
que espera la visita de un perdón esquivo,
lamenta estar en ese costado tieso del camino,
lamenta la noche fría del desencanto,
lamenta la certeza de la impotencia,
de la impotencia de todas sus potencialidades.
Lamenta y sólo puede lamentar.
Saber no puede ser otra cosa que su condena.
lunes, 27 de febrero de 2012
sábado, 25 de febrero de 2012
La usura, de Daniela Della Bruna
Pagó caro, pagó mucho.
Pagó una y otra vez.
Una deuda pendiente,
una usura.
El señor caminó la noche,
cobró sin esperar preguntas,
cobro hasta que se mojaron sus manos,
de orina, de hielo.
El niño vendió estampitas,
la vieja tejió escarpines en la plaza,
la niña vendió su inocencia,
y lloró la madre, sal.
La usura se hizo sangre,
se hizo grito,
navaja,
piedra,
el usurero se hizo polvo,
ocre polvo y viento.
Pero la vieja murió sola,
el hombre sembró espantos,
la madre lloró estrellas,
la niña nunca más fue niña,
el niño nunca llegó a hombre,
no llenaron de flores el prado.
Son eternidades de hombres,
infinidades de muertos,
huracanes de niños,
cosechas enteras
de vidas muriendo.
No se cura, no, la herida,
no se resucita, no, al muerto,
no se devuelve, jamás, la inocencia,
no hay castigo, ni pena,
no hay remedio, ni perdón,
para el daño del usurero.
En Escritura sin frontera 2010, Editorial Raíz Alternativa.
Pagó una y otra vez.
Una deuda pendiente,
una usura.
El señor caminó la noche,
cobró sin esperar preguntas,
cobro hasta que se mojaron sus manos,
de orina, de hielo.
El niño vendió estampitas,
la vieja tejió escarpines en la plaza,
la niña vendió su inocencia,
y lloró la madre, sal.
La usura se hizo sangre,
se hizo grito,
navaja,
piedra,
el usurero se hizo polvo,
ocre polvo y viento.
Pero la vieja murió sola,
el hombre sembró espantos,
la madre lloró estrellas,
la niña nunca más fue niña,
el niño nunca llegó a hombre,
no llenaron de flores el prado.
Son eternidades de hombres,
infinidades de muertos,
huracanes de niños,
cosechas enteras
de vidas muriendo.
No se cura, no, la herida,
no se resucita, no, al muerto,
no se devuelve, jamás, la inocencia,
no hay castigo, ni pena,
no hay remedio, ni perdón,
para el daño del usurero.
En Escritura sin frontera 2010, Editorial Raíz Alternativa.
viernes, 24 de febrero de 2012
Marcha blanca, de Daniela Della Bruna
Madrugada blanca,
madrugada de llanura,
madrugada de espera.
Cantan aún algunos pájaros,
pero es invierno,
invierno de desencantos.
Un hombre grita,
en la noche llana,
un hombre grita, se une y marcha.
Marcha un hombre,
un hombre que estaba solo
y ya no aguanta.
No aguanta el hombre
su sola marcha blanca
y pide ayuda al alba.
Madrugada blanca,
madrugada pura,
madrugada santa,
bajo tu luz ingenua
se unieron los hombres
de mi raza.
Y marcharon juntos,
con la luna clara,
alzaron la voz rebelde
y renació su esperanza.
¡No siempre impondrá el tirano
su terrible danza helada!
madrugada de llanura,
madrugada de espera.
Cantan aún algunos pájaros,
pero es invierno,
invierno de desencantos.
Un hombre grita,
en la noche llana,
un hombre grita, se une y marcha.
Marcha un hombre,
un hombre que estaba solo
y ya no aguanta.
No aguanta el hombre
su sola marcha blanca
y pide ayuda al alba.
Madrugada blanca,
madrugada pura,
madrugada santa,
bajo tu luz ingenua
se unieron los hombres
de mi raza.
Y marcharon juntos,
con la luna clara,
alzaron la voz rebelde
y renació su esperanza.
¡No siempre impondrá el tirano
su terrible danza helada!
jueves, 23 de febrero de 2012
Pueblo amargo, de Daniela Della Bruna
Gris, gris cerrado,
gris de cielo roto,
gris de sueños vagos,
gris de húmeda ausencia,
de tibio desamparo,
gris ceniza densa,
indefinible espanto.
Cercaste la aurora,
manchaste lo blanco,
teñiste lo negro,
fuiste soberano.
Contigo aprendieron
a ser presidiarios
de ideas vacías,
de imposibles páramos.
Esclavos, presos,
atrapados,
en el gris reinante,
anhelante, espeso,
en el gris cercano.
Cobardes criaturas
de un sueño macabro.
Y así ganó el gris,
en la fábrica
y en el mercado,
así ganó el gris,
sin perdón ni reclamo.
Así ganó el gris
en mi pueblo amargo.
En Escritura sin frontera, Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa.
gris de cielo roto,
gris de sueños vagos,
gris de húmeda ausencia,
de tibio desamparo,
gris ceniza densa,
indefinible espanto.
Cercaste la aurora,
manchaste lo blanco,
teñiste lo negro,
fuiste soberano.
Contigo aprendieron
a ser presidiarios
de ideas vacías,
de imposibles páramos.
Esclavos, presos,
atrapados,
en el gris reinante,
anhelante, espeso,
en el gris cercano.
Cobardes criaturas
de un sueño macabro.
Y así ganó el gris,
en la fábrica
y en el mercado,
así ganó el gris,
sin perdón ni reclamo.
Así ganó el gris
en mi pueblo amargo.
En Escritura sin frontera, Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Canto pequeño, de Daniela Della Bruna
Canto pequeño,
canto pequeño y siniestro,
canto de viento,
canto de flores,
de pasto,
canto de sueños.
Canto sin tiempo,
canto de corazones rotos,
de rotos sueños,
canto pequeño
que me consoló en las noches,
canto de suelo.
Canto triste,
apagado, canto mío,
canto nuestro,
oración perdida,
en la perdida aurora,
en los perdidos besos.
Canto iluminado,
canto pequeño,
no alcanzó tu grito,
de susurro inmenso,
no alcanzó tu llanto,
te perdiste lento.
Te perdiste un día,
encontraron luego,
tieso, gris y humeante,
en las paredes del cielo,
tu cobarde, tu inhumano,
tu terrible precio.
Publicado en Escritura sin frontera Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa.
canto pequeño y siniestro,
canto de viento,
canto de flores,
de pasto,
canto de sueños.
Canto sin tiempo,
canto de corazones rotos,
de rotos sueños,
canto pequeño
que me consoló en las noches,
canto de suelo.
Canto triste,
apagado, canto mío,
canto nuestro,
oración perdida,
en la perdida aurora,
en los perdidos besos.
Canto iluminado,
canto pequeño,
no alcanzó tu grito,
de susurro inmenso,
no alcanzó tu llanto,
te perdiste lento.
Te perdiste un día,
encontraron luego,
tieso, gris y humeante,
en las paredes del cielo,
tu cobarde, tu inhumano,
tu terrible precio.
Publicado en Escritura sin frontera Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa.
martes, 21 de febrero de 2012
Definiciones, de Daniela Della Bruna
Quién define el dolor
esta mañana blanda,
esta mañana blanda
cuando mis labios
se hicieron fríos,
y los suspiros
no resucitaron.
Quién define el dolor
esta mañana sucia,
de niebla, bruma, olvido,
quién se acuerda
que tengo corazón
bajo mi pecho dormido.
Lo define un pájaro ciego,
una piedra aturdida.
¡Quién define el dolor!
La lluvia triza los cristales
en la sorda mañana ennegrecida.
Y se cierran los pasos,
y se mueren los lirios,
y se escucha un gemido,
quedo, perdido...
El gris gemido olvidado,
en la gris, terrible,
indefinible mañana.
El dolor es un punzón que corta,
en una carne que ya no sangra.
Publicado en Escritura sin frontera Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa
esta mañana blanda,
esta mañana blanda
cuando mis labios
se hicieron fríos,
y los suspiros
no resucitaron.
Quién define el dolor
esta mañana sucia,
de niebla, bruma, olvido,
quién se acuerda
que tengo corazón
bajo mi pecho dormido.
Lo define un pájaro ciego,
una piedra aturdida.
¡Quién define el dolor!
La lluvia triza los cristales
en la sorda mañana ennegrecida.
Y se cierran los pasos,
y se mueren los lirios,
y se escucha un gemido,
quedo, perdido...
El gris gemido olvidado,
en la gris, terrible,
indefinible mañana.
El dolor es un punzón que corta,
en una carne que ya no sangra.
Publicado en Escritura sin frontera Antología 2010, Editorial Raíz Alternativa
lunes, 20 de febrero de 2012
Escritura sin frontera, Antología 2010
Esta semana voy a subir los poemas míos que se publicaron en la Antología Escritura sin frontera 2010, esta serie recibió el primer premio de poesía de dicho certámen, gracias al cual se publicó Suburbio. Además forma parte de un poemario, todavía sin publicar.
Espero que las disfruten.
Fuego
Sólo se respira fuego,
mucho fuego,
vibrante, hastiado,
vacío, derrotado fuego.
Sólo se respira fuego,
la furia gana en la noche,
en la noche roja,
del silencio.
En la luna oculta,
sólo se respira fuego,
y aún parece que late,
ese hueco allí en el pecho.
Se respira, sí,
pero sólo se respira fuego,
se calcina la piel,
se hunde el músculo en el hueso.
Se concibe, al final,
el falaz cuerpo
de una llama total,
absurda, sin tiempo.
La llama que latía,
que gritaba,
la llama que llenaba
el tibio hueco.
La llama que sentí,
que toqué, que creí,
la triste llama apagada,
de un corazón que ya ha muerto.
Daniela Della Bruna, en Escritura sin frontera, 2010, Editorial Raíz Alternativa.
Espero que las disfruten.
Fuego
Sólo se respira fuego,
mucho fuego,
vibrante, hastiado,
vacío, derrotado fuego.
Sólo se respira fuego,
la furia gana en la noche,
en la noche roja,
del silencio.
En la luna oculta,
sólo se respira fuego,
y aún parece que late,
ese hueco allí en el pecho.
Se respira, sí,
pero sólo se respira fuego,
se calcina la piel,
se hunde el músculo en el hueso.
Se concibe, al final,
el falaz cuerpo
de una llama total,
absurda, sin tiempo.
La llama que latía,
que gritaba,
la llama que llenaba
el tibio hueco.
La llama que sentí,
que toqué, que creí,
la triste llama apagada,
de un corazón que ya ha muerto.
Daniela Della Bruna, en Escritura sin frontera, 2010, Editorial Raíz Alternativa.
sábado, 18 de febrero de 2012
Despedida de la Semana Pizarnik
Para despedir a Alejandra, les dejamos su poema III, de Los pequeños cantos. La semana próxima publicaré la serie de poemas que publiqué en la Antología Escritura sin frontera 2010.
Hasta entonces... Alejandra...
III
el centro
de un poema
es otro poema
el centro del centro
es la ausencia
en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema
En Los pequeños cantos, publicado en la revista Árbol de fuego Nª45, Caracas, 1971
Hasta entonces... Alejandra...
III
el centro
de un poema
es otro poema
el centro del centro
es la ausencia
en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema
En Los pequeños cantos, publicado en la revista Árbol de fuego Nª45, Caracas, 1971
viernes, 17 de febrero de 2012
Caroline de Gunderode, de Alejandra Pizarnik
Una verdadera maravilla de Pizarnik, Caroline de Gunderode es un poema intenso y arrasador. El que pueda con él, que lo lea...
Caroline de Gunderode
En nostalgique je vagabondais
par l`infini
C. de G.
La mano de la enamorada del viento
acaricia la cara del ausente.
La alucinada con su "maleta de piel de
pájaro"
huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.
La que fue devorada por el espejo
entra en un cofre de cenizas
y apacigua a las bestias del olvido.
A Enrique Molina
(En Otros Poemas, 1959)
Caroline de Gunderode
En nostalgique je vagabondais
par l`infini
C. de G.
La mano de la enamorada del viento
acaricia la cara del ausente.
La alucinada con su "maleta de piel de
pájaro"
huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.
La que fue devorada por el espejo
entra en un cofre de cenizas
y apacigua a las bestias del olvido.
A Enrique Molina
(En Otros Poemas, 1959)
Para Janis Joplin, de Alejandra Pizarnik
(fragmento)
a cantar dulce y a morirse luego.
no:
a ladrar.
así como duerme la gitana de Rousseau.
así, cantás, más las lecciones de terror.
hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.
hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.
1972
a cantar dulce y a morirse luego.
no:
a ladrar.
así como duerme la gitana de Rousseau.
así, cantás, más las lecciones de terror.
hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.
hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.
1972
jueves, 16 de febrero de 2012
Los trabajos y las noches, de Alejandra Pizarnik
Todo parece poco cuando queremos evocar a Alejandra. Hoy, un post un poco más extenso con una selección de poemas de Los trabajos y las noches, de 1965. Disfrútenla...
Poema
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
Destrucciones
...en besos, no en razones
QUEVEDO
Del combate con las palabras ocúltame
y apaga el furor de mi cuerpo elemental.
Encuentro
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
Nombrarte
No el poema de tu ausencia,
sólo un dibujo, una grieta en un muro,
algo en el viento, un sabor amargo.
Los trabajos y las noches
para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos
para decir la palabra inocente
En un lugar para huirse
Espacio. Gran espera.
Nadie viene. Esta sombra.
Darle lo que todos:
significaciones sombrías,
no asombradas.
Espacio. Silencio ardiente.
¿Qué se dan entre sí las sombras?
Poema
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
Destrucciones
...en besos, no en razones
QUEVEDO
Del combate con las palabras ocúltame
y apaga el furor de mi cuerpo elemental.
Encuentro
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
Nombrarte
No el poema de tu ausencia,
sólo un dibujo, una grieta en un muro,
algo en el viento, un sabor amargo.
Los trabajos y las noches
para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos
para decir la palabra inocente
En un lugar para huirse
Espacio. Gran espera.
Nadie viene. Esta sombra.
Darle lo que todos:
significaciones sombrías,
no asombradas.
Espacio. Silencio ardiente.
¿Qué se dan entre sí las sombras?
miércoles, 15 de febrero de 2012
37, de Alejandra Pizarnik
Una yapa para este miércoles, una gotita más de la poesía Alejandra.
37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia
(Árbol de Diana, 1962)
37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia
(Árbol de Diana, 1962)
Exilio, de Alejandra Pizarnik
Exilio
A Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del invierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
(En Las aventuras perdidas, 1958)
A Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del invierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
(En Las aventuras perdidas, 1958)
martes, 14 de febrero de 2012
La enamorada, de Alejandra Pizarnik
En la semana de la niña triste, uno de sus más bellos poemas.
La enamorada
esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada, ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
En La última inocencia, 1956.
La enamorada
esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada, ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
En La última inocencia, 1956.
lunes, 13 de febrero de 2012
Alejandra Pizarnik
Esta semana está dedicada a una de las más geniales poetisas argentinas, Alejandra Pizarnik.
La Carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
(En Las aventuras perdidas, 1958)
La Carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
(En Las aventuras perdidas, 1958)
sábado, 11 de febrero de 2012
Ruina, de Federico García Lorca
Cerrando la semana de Poeta en Nueva York, les dejo Ruina, de Federico García Lorca. La semana próxima compartiré poemas de la genial Alejandra Pizarnik.
Ruina
Sin encontrarse,
viajero por su propio torso blanco,
¡así iba el aire!
Pronto se vio que la luna
era una calavera de caballo
y el aire una manzana oscura.
Detrás de la ventana
con látigos y luces se sentía
la lucha de la arena con el agua.
Yo vi llegar las hierbas
y les eché un cordero que balaba
bajo sus dientecillos y lancetas.
Volaba dentro de una gota
la cáscara de pluma y celuloide
de la primer paloma.
Las nubes en manada
se quedaron dormidas contemplando
el duelo de las rocas con el alba.
Vienen las hierbas, hijo.
Ya suenan sus espadas de saliva
por el cielo vacío.
Mi mano, amor. ¡Las hierbas!
Por los cristales rotos de la casa
la sangre desató sus cabelleras.
Tú solo y yo quedamos.
Prepara tu esqueleto para el aire.
Yo solo y tú quedamos.
Prepara tu esqueleto.
Hay que buscar de prisa, amor, de prisa,
nuestro perfil sin sueño.
Ruina
Sin encontrarse,
viajero por su propio torso blanco,
¡así iba el aire!
Pronto se vio que la luna
era una calavera de caballo
y el aire una manzana oscura.
Detrás de la ventana
con látigos y luces se sentía
la lucha de la arena con el agua.
Yo vi llegar las hierbas
y les eché un cordero que balaba
bajo sus dientecillos y lancetas.
Volaba dentro de una gota
la cáscara de pluma y celuloide
de la primer paloma.
Las nubes en manada
se quedaron dormidas contemplando
el duelo de las rocas con el alba.
Vienen las hierbas, hijo.
Ya suenan sus espadas de saliva
por el cielo vacío.
Mi mano, amor. ¡Las hierbas!
Por los cristales rotos de la casa
la sangre desató sus cabelleras.
Tú solo y yo quedamos.
Prepara tu esqueleto para el aire.
Yo solo y tú quedamos.
Prepara tu esqueleto.
Hay que buscar de prisa, amor, de prisa,
nuestro perfil sin sueño.
viernes, 10 de febrero de 2012
Son de negros en Cuba, de Federico García Lorca
Hola a todos, aquí va una nueva entrega de Poeta en Nueva York, esta maravilla poética de Federico García Lorca. Espero que lo disfruten...
Son de negros en cuba
Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago,
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
iré a Santiago.
Iré a Santiago,
con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con la rosa de Romeo y Julieta
iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
Arpa de troncos vivos. Caimán. Flor de tabaco.
Iré a Santiago.
Siempre he dicho que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas,
iré a Santiago.
Mi coral en la tiniebla,
iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena,
iré a Santiago,
calor blanco, fruta muerta,
iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañaveras!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.
Son de negros en cuba
Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago,
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña,
iré a Santiago.
Iré a Santiago,
con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con la rosa de Romeo y Julieta
iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
Arpa de troncos vivos. Caimán. Flor de tabaco.
Iré a Santiago.
Siempre he dicho que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas,
iré a Santiago.
Mi coral en la tiniebla,
iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena,
iré a Santiago,
calor blanco, fruta muerta,
iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañaveras!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.
jueves, 9 de febrero de 2012
1910 (Intermedio), de Federico García Lorca
Siguiendo con la selección de Lorca, Poeta en Nueva York, hoy les presento 1910, el poema inicial de la serie.
1910 (Intermedio)
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!
1910 (Intermedio)
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!
miércoles, 8 de febrero de 2012
Panorama ciego de Nueva York, de Federico García Lorca
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.
Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.
No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos,
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.
No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.
Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.
No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos,
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.
No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.
Federico García Lorca en Nueva York
Esta semana subiré algunos de los poemas de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, indudablemente un imprescindible de la poesía, en una de sus versiones menos conocidas, con una cadencia que parece repetir, una y otra vez, el final de Mariana Pineda: "Amor, amor, amor... y eternas soledades".
martes, 7 de febrero de 2012
Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge), de Federico García Lorca
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierra protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana llorando tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para qeu callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos de las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Hay un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierra protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana llorando tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para qeu callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos de las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Hay un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
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