Se
cierra la última puerta por última vez del hogar vacío.
Se
cierra también la garganta, en un último gemido.
Comienza
un andar a tientas, una criatura que a tientas ha vivido,
que a
tientas se ha mirado en los espejos rotos del destino,
que a
tientas ha transitado miles de falsos caminos.
Tanto
se ha mentido antes que ahora no sabe de verdades,
sólo
conoce la certeza de existir, de asirse en el espacio plomizo,
sólo
sabe que no es sueño su voz, sus huesos molidos,
que
no es sueño la ardiente entraña que la alimentó,
que
no es sueño la furia de su labio partido.
Y es
en el despertar perfecto en el que ha sucumbido
donde
encuentra la lumbre que una vez le hizo calmar el frío,
y son
sus viejas incertezas nuevas lunas
que
le confirman que es vasto el horizonte,
crudo
el camino,
y
transitará, despierta como nunca,
los arenales rotos para alborotar el olvido.
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