viernes, 18 de enero de 2013

El desplazamiento, por Daniela Della Bruna



 
Se cierra la última puerta por última vez del hogar vacío.
Se cierra también la garganta, en un último gemido.
Comienza un andar a tientas, una criatura que a tientas ha vivido,
que a tientas se ha mirado en los espejos rotos del destino,
que a tientas ha transitado miles de falsos caminos.

Tanto se ha mentido antes que ahora no sabe de verdades,
sólo conoce la certeza de existir, de asirse en el espacio plomizo,
sólo sabe que no es sueño su voz, sus huesos molidos,
que no es sueño la ardiente entraña que la alimentó,
que no es sueño la furia de su labio partido.

Y es en el despertar perfecto en el que ha sucumbido
donde encuentra la lumbre que una vez le hizo calmar el frío,
y son sus viejas incertezas nuevas lunas
que le confirman que es vasto el horizonte,
crudo el camino,
y transitará, despierta como nunca,
los arenales rotos para alborotar el olvido.

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