Lloro el cansancio de la densa lluvia,
de la eterna resistencia,
del eterno ataque sin razón.
En la polvorosa aurora,
se decantaron uno a uno los remolinos de mi sangre,
se licuaron mis venas.
Ha gemido todo cuartel de invierno,
ya no quedan prisas,
ni temores.
En la última cobardía de no querer más palos,
se pregunta el cuerpo apedreado y sin cobijo
cuánto falta para que acabe el frío,
para que se duerman los músculos,
para que se callen los gritos.
Cuánto falta para que la piel no se queme,
cuánto para dejar de sentir,
de rodar por los falsos ríos.
El desplazamiento, 2013. Daniela Della Bruna
lunes, 24 de octubre de 2016
sábado, 22 de octubre de 2016
Te llamarán mujer
Te llamarán mujer
Mi vientre no cobija, como otros, al hijo de la sangre,
pero mi alma teje con palabras un poema prohibido,
es el canto de una voz que pregunta desde el fondo
si alguna vez tendrá perdón tanto egoísmo,
si es lícito luchar contra el mandato de un cuerpo
que está hecho para continuar una raza de perdidos,
si no llorará una vieja alguna vez por no haber tenido hijos,
si alcanzarán acaso todas las palabras
para justificar que he bebido como otros el aire,
y que en este mismo suelo he sucumbido.
Pero sí, se alborotarán de brisas las ansiadas primaveras,
partirá una mujer fuerte en la aurora,
sentirá como rasgada su piel de sogas viejas,
pero dirá como Elizabeth que no es juguete del destino (¡última vanidad!)
y serán tan distintos otros soles,
cuando el paso antiguo haya mutado en andar nuevo,
y respirará con suerte otros caminos,
y olvidará por fin tantas derrotas,
escuchará en los campos la mujer viviente, aún,
todos los vientos, todos los vientos
que apaciguarán trampas y extravíos,
todos los vientos que se llevarán todos los ríos.
Estará, otra vez, frente a la muerte,
frente a lo vacuo, frente a lo frío,
frente a la astucia de la vanidad,
frente a la trampa de un tibio nido,
frente al dolor de lo perdido.
Mi vientre no cobija, como otros, al hijo de la sangre,
pero mi alma teje con palabras un poema prohibido,
es el canto de una voz que pregunta desde el fondo
si alguna vez tendrá perdón tanto egoísmo,
si es lícito luchar contra el mandato de un cuerpo
que está hecho para continuar una raza de perdidos,
si no llorará una vieja alguna vez por no haber tenido hijos,
si alcanzarán acaso todas las palabras
para justificar que he bebido como otros el aire,
y que en este mismo suelo he sucumbido.
Pero sí, se alborotarán de brisas las ansiadas primaveras,
partirá una mujer fuerte en la aurora,
sentirá como rasgada su piel de sogas viejas,
pero dirá como Elizabeth que no es juguete del destino (¡última vanidad!)
y serán tan distintos otros soles,
cuando el paso antiguo haya mutado en andar nuevo,
y respirará con suerte otros caminos,
y olvidará por fin tantas derrotas,
escuchará en los campos la mujer viviente, aún,
todos los vientos, todos los vientos
que apaciguarán trampas y extravíos,
todos los vientos que se llevarán todos los ríos.
Estará, otra vez, frente a la muerte,
frente a lo vacuo, frente a lo frío,
frente a la astucia de la vanidad,
frente a la trampa de un tibio nido,
frente al dolor de lo perdido.
viernes, 21 de octubre de 2016
Pantano
jueves, 13 de octubre de 2016
La usura
Pagó caro, pagó mucho.
Pagó una y otra vez.
Una deuda pendiente,
una usura.
El señor caminó la noche,
cobró sin esperar preguntas,
cobró hasta que se mojaron sus manos,
de orina, de hielo.
El niño vendió estampitas,
la vieja tejió escarpines en la plaza,
la niña vendió su inocencia,
y lloró la madre, sal.
La usura se hizo sangre,
se hizo grito,
navaja,
piedra,
el usurero se hizo polvo,
ocre polvo y viento.
Pero la vieja murió sola,
el hombre sembró espantos,
la madre lloró estrellas,
la niña nunca más fue niña
el niño nunca llegó a hombre,
no llenaron de flores el prado.
Pagó una y otra vez.
Una deuda pendiente,
una usura.
El señor caminó la noche,
cobró sin esperar preguntas,
cobró hasta que se mojaron sus manos,
de orina, de hielo.
El niño vendió estampitas,
la vieja tejió escarpines en la plaza,
la niña vendió su inocencia,
y lloró la madre, sal.
La usura se hizo sangre,
se hizo grito,
navaja,
piedra,
el usurero se hizo polvo,
ocre polvo y viento.
Pero la vieja murió sola,
el hombre sembró espantos,
la madre lloró estrellas,
la niña nunca más fue niña
el niño nunca llegó a hombre,
no llenaron de flores el prado.
La danza tiesa
el rostro herido por los surcos del llanto
no tiene explicación en el espejo borroso
no hay explicaciones para la furia
o el dolor
dicen que desde el fondo solo queda subir
subir
hacia dónde
los pies no se despegan
el piso es un imán
insoportable gravedad
insoportable gravedad de tumba
insoportable asfixia de enterrada viva
Exilio
Hoy es el día más triste del año. Hoy sabemos que mataron a Lucía, cómo la mataron, cómo sufrió hasta que su corazón no pudo más, literalmente. Murió de dolor, la mataron con la peor de las torturas. Que nos dé rabia, que se nos rompa el corazón, que necesitemos llorar y gritar y que mañana sigamos abrazándonos, cambiando el mundo y protegiendo a lxs que quedan en contra de los que nos matan.
Exilio
Pero sigue siendo jueves,
sigue siendo martes,
sigue siendo viernes,
para ese olvidado
para ese que ese día
ha dejado de moverse
con el movimiento perpetuo,
para ese que mira
desde la orilla,
cómo es eterno y circular
el devenir de las cosas.
Exilio
Pero sigue siendo jueves,
sigue siendo martes,
sigue siendo viernes,
para ese olvidado
para ese que ese día
ha dejado de moverse
con el movimiento perpetuo,
para ese que mira
desde la orilla,
cómo es eterno y circular
el devenir de las cosas.
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