martes, 11 de agosto de 2015

El rinoceronte, de Eugene Ionesco (fragmento del monólogo de Berenguer)

"Berenguer: (…) No hay otra solución que convencerlos… ¿Convencerlos de qué? Y las mutaciones, ¿son reversibles? Sería un trabajo de Hércules, por encima de mis fuerzas. En primer lugar, para convencerlos, es menester hablarles. Para hablarles, tengo que aprender su lengua… O que ellos aprendan la mía. Pero, ¿qué lengua hablo yo? ¿Qué lengua es la mía? ¿Es español esto? ¡Sí, debe de ser español! Pero, ¿qué es el español? Puede llamarse a esto español, si se quiere, nadie puede negarlo, yo soy el único que lo habla. ¿Qué estoy diciendo? ¿Me comprendo, es que me comprendo? Y, como decía Daisy, ¿serán ellos los que tienen razón? (…) ¡Estuve en un error! ¡Ay, quisiera ser como ellos! ¡No tengo cuerno, ay de mí! ¡Qué fea es una frente lisa! Me haría falta uno… o dos para realzar estas facciones fofas. Puede que me broten, y entonces no me sentiré avergonzado, podré ir a reunirme con todos ellos. (...) Me remuerde la conciencia, hubiera debido seguirlos a tiempo. ¡Ahora ya es demasiado tarde! ¡Ay de mí, soy un monstruo, soy un monstruo! ¡Ay, nunca llegaré a ser rinoceronte, nunca! Ya no puedo cambiar. (…) ¡Pobre del que quiere conservar su originalidad!"

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