sábado, 2 de mayo de 2015

El espejo refractario, por Daniela Della Bruna


En la corriente antropológica de "cultura y personalidad", Margaret Mead fue una de las primeras antropólogas cuyo trabajo se difundió en la primera mitad del siglo XX. Junto a Ruth Benedict trajeron a la antropología temas que hasta ese momento no habían sido tratados, como los roles de género, la sexualidad, la niñez y la educación.
Mead publica Cultura y adolescencia en Samoa luego de vivir en Samora y Nueva Guinea desde 1925 hasta 1933.
Lo verdaderamente revolucionario del trabajo de Mead es haber mirado a la cultura samoana en relación con la americana, en el sentido de un análisis crítico de su propia cultura. La alteridad no desde la superioridad blanca occidental, sino como espejo para un análisis crítico de la propia cultura.
Su tema fue la adolescencia, y para ello, también revolucionariamente, se centró en el estudio a partir de la convivencia y entrevista de adolescentes samoanas, que no fueron invisibilizadas en el trabajo final, sino individualizadas, con nombres ficticios.
Varios descubrimientos de Mead, como la construcción cultural de los roles de género, o la falta de neurosis y disfunciones sexuales en esta cultura, a partir de la no especialización de los afectos, un modelo de crianza y organización familiar no nuclear, libertad sexual entre otros factores, fueron ignoradas en su época y recién recuperadas con los estudios feministas de los años setenta.
Entonces, Mead no sólo busca definir la personalidad de esta cultura, sino que indaga los mecanismos que utilizan las culturas para imprimir cierta personalidad a los individuos que las componen. En este sentido, no afirma que una cultura determine la personalidad de un individuo, pero sí puede condicionarla; y advierte que la fuerza de la cultura es mayor.
Entonces, advertir la fuerza de la cultura y sus mecanismos en nuestras pretendidas elecciones individuales es el primer paso para deconstruir estos procesos de adoctrinamiento sistemático, que nos hacen naturalizar cuestiones que en ningún sentido son naturales, empezando por los roles de género, las estructuras familiares, la educación, las organizaciones políticas y económicas. A partir del proyecto de la modernidad, para el mundo occidental y su expansión imperialista, el modelo capitalista y la organización de estados modernos se impuso, junto con sus formas de gestión de los cuerpos y las sexualidades. La totalización de estas estructuras atrapa y dirige las existencias individuales. Mirarnos en otro espejo, saber que la forma en que se organiza la sociedad, el mundo y que parece dictar nuestros agenciamientos individuales es un pequeño desperezamiento, un no tan tranquilo despertar, pero sin duda un alegre comienzo para una línea de fuga.

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