Pero después del 45, tras años de silencio, una indiscreción con un intelectual inglés que estaba de visita en Leningrado le valió una nueva detención para su hijo. Y ahí se terminó el silencio. De la experiencia de meses en salas de espera de comisarías y reparticiones públicas, tomó contacto con las madres que buscaban a sus hijos, y que militaban en silencio su dolor.
Ella, que desde los 20 años publicaba poesía, que había sido prohibida, deportada, que había recorrido Europa impresionando con su escritura y su belleza singular, que enamoró al mismo Pasternak y fue retratada, entre muchos otros, por el mismísimo Modigliani, todavía tenía mucho por hacer.
De esta terrible experiencia surge su obra maestra, Requiem, que bien podría salir de la boca de las Madres de Plaza de Mayo, o de las madres de Palestina hoy en día.
Una poesía realista, concreta, desgarradora.
Los invito a buscar Requiem, y que a partir de ahí profundicen en la obra de Ajmatova, sin duda una referente de la poesía del siglo XX.
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