viernes, 25 de julio de 2014

Simone, de Eduardo Lalo

Entre tantas visitas internacionales de la talla de Coetzee o Auster a la 40° Feria del Libro de Buenos Aires, pasó desapercibida para los grandes medios la visita del puertorriqueño Eduardo Lalo, auspiciada por El Corregidor. Simone, su última novela, le valió el Premio Rómulo Gallegos en el 2013.
Simone llegó a mis manos casi por casualidad, mientras buscaba otro libro, de manos de un librero que se había quedado prendado del universo de Lalo.
Y me pasó lo mismo. Simone se construye a partir de entrecruzamientos. Como otros puertorriqueños, Lalo expresa en su literatura la crisis de un pueblo que sigue intentando construir una identidad propia. Estado libre asociado a Estados Unidos, no incorporado, con Constitución propia, con habitantes que son ciudadanos estadounidenses, pero que no votan en las elecciones del país del norte. Doblemente colonizados, primero por los españoles, y luego por los americanos, tras haberles pedido ayuda para expulsar a España.
Una cruza de culturas, la cultura indígena originaria, la cultura negra traída de Africa para la esclavitud, los colonizadores españoles, y la colonización económico cultural norteamericana; y los hijos de todos ellos, generación tras generación, intentando decir qué significa ser puertorriqueño; y una cruza de géneros, novela, ensayo, tintes autobiográficos, se combinan para dar a luz una novela poética y existencial.
Un escritor solitario, que reflexiona y recorre San Juan, como habitante resignado, observador y algo cínico se encuentra con una serie de mensajes en diferentes lugares, en la parada de un semáforo, un muro, el buzón de su departamento, citas literarias no identificadas, frases, los mensajes son anónimos, hasta que algunos comienzan a ser firmados por el nombre de Simone.
A partir de allí, la búsqueda de la identidad de esta mujer, la apertura de una nueva posibilidad para el amor en un hombre que ha perdido toda esperanza, los vínculos literarios en San Juan, el mundo universitario, los nuevos inmigrantes chinos y su idiosincracia y la visita de un escritor español que abre un debate sobre el mercado editorial y la literatura articulan una obra que no deja indiferente.
No les cuento más, y los invito, si tienen la posibilidad, a que lean Simone.

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