Es
inútil la batalla del lobo,
del
extranjero,
del
perdido.
Porque
no tienen respuestas las preguntas,
no
tienen destino los caminos,
no
hay metas de llegada,
no
hay consuelo en el vacío.
Sólo
hay un caminar perpetuo por círculos indefinidos,
un
caminar hastiado,
un
loco afán por lo prohibido.
Una
tentación atroz
por
una oscuridad bien conocida,
un
desplazarse sin cesar,
sin
tino,
por
rotos agujeros,
con
falsos peregrinos,
con
máscaras astutas,
con
mil fingimientos enmohecidos.
Y una
congoja sin curar en la garganta,
un
destino de muerte,
sin
haber vivido.
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